La siguiente es una grabación casera realizada en el año 1975 donde mi abuelo, Nicolás Juan Zinni, cuenta la historia de su vida. Tata -así lo llamábamos- se dedicó a la poesía y al recitado, un oficio muy popular a principios de siglo pero que ya se encuentra extinguido. Aquí nos cuenta cómo él considera que se forma un poeta popular y nos trae recuerdos de su infancia y de sus padres. Luego, recita los poemas “Su fumata”, “Añoranzas”, “El último resero”, “Ciriaco Cuitiño” y “El indio”, de su autoría; y "Castilla" y "El dolor de lo que fue", de Manuel Machado y Miguel de Castro, respectivamente. Al final del audio, que dura exactamente 23:02, se escucha su poema "Añoranzas", musicalizado, tal como se solía cantar en peñas y algunas reuniones políticas en la década de 1970, antes de la llegada de la dictadura.
Agradezco al diario La Capital y a aquellos lectores que han seguido fielmente mis trabajos a través de más de seis años de publicaciones cotidianas. A todos ellos les digo muchas gracias por haberme acompañado en esta aventura.
Y también, a modo de despedida, les dejo a ustedes este poema que escribió mi abuelo, Nicolás Juan Zinni -a quien llamábamos cariñosamente "Tata"-, en el año 1938.
Tata (1903-1976), como muchos miembros de mi familia y de tantas otras familias rosarinas, siempre estuvo tratando de hacer equilibrio entre sus ideales de justicia -los que muchas veces lo dejaban sin trabajo- y, como él decía, "mantener el estómago familiar". Hombre derecho hasta la médula y de respeto por la palabra como sólo había hasta principios de siglo, combinó entonces su bohemia pasión por las letras con el terrenal oficio de herrero. En una grabación del año 1975 dejó constancia de su original amalgama entre Hefaistos y Calíapes con estas palabras: "Fui herrero. Herrero de verdad. Encendí la fragua y trabajé el metal tosco a golpes de maza y de martillo. Es que si como poeta estaba obligado a soñar, como responsable del estómago familiar hice lo que debía hacer. El yunque tintineaba para mí como la sonrisa de un niño".
Al poema en cuestión que les nombré lo tituló "Añoranzas". Años más tarde le pusieron música y así recorrió varios escenarios donde las cuestiones políticas estaban a la orden del día.
Añoranzas
Lanza que en otros tiempos fuiste compañera
de mi brazo rudo, de mi brazo macho.
Cuando mis veinte años no pesaban nada,
cuando era más fuerte que el duro quebracho.
Cañita ‘e tacuara que en mis mocedades
entraste de punta en los entreveros.
Hoy dormís tranquila, colgada en mi rancho,
lanza fiel amiga de este montonero.
Esa vieja hilacha que tenés colgando
la prendí aquél día, cosas de muchacho.
Fue el pañuelo blanco que me dio mi mama
que dejé solita por seguirlo al Chacho.
Al primer combate se tiñó de rojo
y vos, vieja lanza, nunca reculabas.
Nunca te quebraste ni melló tu filo
el pecho de un maula cuando vos entrabas.
Y anduvimos siempre peleando, derecho.
En defensa siempre de esta patria mía.
Hoy dormís tranquila colgada en mi rancho,
cañita ‘e tacuara, mi más fiel amiga.
Cuando yo me muera y te deje sola
vendrá algún intruso y dirá:
"¡Qué pavada, tener esa lanza colgada en el rancho,
esa vieja caña que no vale nada!".
Pero si algún día, que Dios no permita,
asoman caranchos a robar la patria,
pónganle la firma de que a mi tapera
llegarán mis nietos para usar la lanza.
Volarán en potros de crines al viento.
Sus ponchos tendidos cual pumas con alas.
Y el clarín llamando estridencia altiva
retemplando el fondo de la estirpe gaucha.
Formarán serenos. En primera línea.
Y yo estaré presente en cuerpo o en alma
pa’ irles diciendo muy suave al oído
cómo se maneja esta vieja lanza.
Pasarán los años. Vendrán otros tiempos.
Y si en otro rancho se encuentra colgada
entrará un intruso y dirá lo mismo:
"¡Tener esa caña que no vale nada!".
Todos los coleccionistas son de todo punto respetables. Combaten y retardan, en cierto sentido, la universal e inevitable destrucción. Salvan y conservan del pasado. Pero de ellos, el que está particularmente bien inspirado es el que conserva ideas, expresiones del espíritu, y protege fragmentos vivientes de la historia. Muchas veces es una voluptuosidad completa saborear en las fotos y los textos, en el color y el grano del papel, en la forma de los caracteres tipográficos, en los sentimientos o los pensamientos que esos caracteres expresan a la vista, el encanto misterioso del pasado. ¡Ah, soñar en el pasado! Aun cuando en realidad todo se hace según las pasiones y de acuerdo a las liviandades del presente, siempre es agradable soñar en el pasado por nada, por placer. Lejos de disimularse, el pasado se nos ofrece espontáneamente por sí mismo, porque él es nuestro todo y es de él que estamos hechos. Soñar en el pasado es despertar a todos los hombres que llevamos dentro; es prolongar nuestra vida hacia atrás, más allá de la cuna; es gozar en sentirle a nuestro ser raíces tan profundas y en haber vivido ya mucho tiempo antes de haber visto la luz. Sabemos que estos sentimientos no son muy contagiosos pero, a cambio, no ponen a nadie en peligro. A aquellos que no tienen interés por el pasado, les pedimos disculpas por esta digresión y les decimos que se queden tranquilos: siempre habrá suficientes hombres para habitar el presente y para apoderarse del porvenir, y para pretender afirmar así su vanidosa magnificencia.
1 comment:
Felicitaciones por este bello blog!
Saludos desde San Nicolás, José
www.sannicolasantiguo.blogspot.com
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